La estabilidad emocional depende de:
- Mis experiencias previas desde la etapa intrauterina.
- El contexto donde haya crecido y desarrollado.
- De la cultura donde viva.
- Creencias de mi madre, padre y de quienes me rodean (por este orden).
- Las personas que han estado junto a mí sobre todo hasta los 13/15 años.
- Traumas no superados de mi infancia y durante mi vida.
- Un autoestima no suficiente (no está al 100%).
- Una personalidad inestable.
- Un apego inseguro durante la infancia.
- Falta de cariño (cada persona requiere un grado de cariño).
- Sentirse aceptado como uno es por quienes te rodean.
- Sentirse respetado en el hogar y entorno próximo.
Me afecta y condiciono mis acciones por:
- “El qué dirán”.
- Qué pensarán de mí.
- Cuando se ríen de mí.
- Cuando juzgan una acción o un pensamiento.
- El querer estar “siempre a la altura” cuando no me apetece.
- No mostrar mi verdadero “yo”, por miedo a... (que se rían, no guste...).
- Querer aparentar algo que no soy…
Aprendo conductas sin quererlo de:
- Personas afines (familiares) y no afines (cuidadores, monitores...).
- Son como programas o conductas que se desarrollan en mi vida adulta, de forma consciente o inconsciente, pues mi cerebro tiende a repetir o a atraer lo que más nos gusta o lo que más odiamos (por Ley de atracción), pues el cerebro pone énfasis en las emociones (que son las que nos salvan la vida). Esto está gestionado por el Sistema Reticular Activador Ascendente (SRAA) situado en el tronco del encéfalo.
Emociones no expresadas, emociones aparcadas esperando a salir:
- Las emociones no expresadas y mal gestionadas en mi infancia, siempre van a salir en mi vida adulta. Si las reprimo van a afectar y a condicionar mi vida, teniendo miedo a ciertas situaciones, rabia a otras (incluso sin ser consciente del porqué, pues está reprimido u olvidado -el cerebro me protege de daños del pasado-); desarrollando conductas específicas; mi cerebro me va a proteger siempre, incluso desarrollando enfermedades ante diferentes situaciones, por ejemplo: miedo a las alturas porque de bebé me lanzaron “jugando” a lo alto; miedo a bucear porque una vez me escurrí en la bañera de bebé y casi me ahogo - y mi madre ni me lo había contado pues no le dio importancia-, rabia cuando escucho gritos, pues mis padres discutían mucho siendo yo una niña, migrañas en otoño, pues en casa de mis padres en otoño había que pagar muchas facturas y mi madre se ponía a llorar cada vez que recibía otra factura, etc.
Mis perros guardianes me protegen:
- Los perros guardianes son las emociones que afloran de mí cuando mi cerebro percibe una situación como amenazante o peligrosa. Es mi defensa, mi protección, mi salvavidas. Por eso debemos actuar con empatía, permitiendo y acompañando esas emociones para que sean expresadas, que salgan y el sujeto vea que no hay peligro, que no pasa nada, que tampoco pasa nada por expresar emociones.
- MÁXIMA: Todo lo que estropeemos debemos repararlo y/o compensarlo. Debemos ser responsables de nuestras acciones siempre. Por ejemplo, si pegamos o insultamos, debemos arreglarlo y repararlo.
Permitamos expresar emociones:
- BAJO 2 PREMISAS: NO hacerse daño y NO hacer daño a nadie (gritar a un cojín o sudadera, pegar a un colchón o colchoneta…).
- USEMOS A LOS MEDIADORES: Bajo la máxima del “cariño”, para que el cerebro no interprete jamás un ataque y nos saque a “los perros guardianes”:
Utilizando el
con base en el CARIÑO
y por tanto en el respeto.
Fuentes:
- Mario Alonso Puig. Ponencia magistral “En todo ser humano hay grandeza”. Canal #AprendemosJuntos
- Fernández-Abascal y otros (2011): Psicología de la emoción. Ed Universitaria Ramón Areces. UNED. Madrid.
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