sábado, 12 de diciembre de 2015

Un cambio de paradigma

Un paradigma se consolida como tal, cuando las creencias que lo han conformado no son cuestionadas. Ciencia, economía, religión, política representan modelos de paradigmas ampliamente debatidos pero diligentemente aceptados.

Cualquier cambio debe partir de uno mismo, de igual manera que un viaje de mil kilómetros comienza con el primer paso.



Todos los grandes cambios se producen de abajo arriba, nunca al revés. No podemos esperar a que el Gobierno o los políticos arreglen cosas, o que surjan leyes que nos hagan mejorar nuestro día a día, el cambio sólo es responsabilidad de cada uno, si quieres un cambio, si quieres una mejoría, debes cambiar tú.

Para ello si tú cambias, harás caer la primera ficha del dominó de la vida que transformará tu entorno y nuestro mundo. No digas qué pueden hacer los demás para mejorar, sino qué puedes hacer tú para hacerlo posible.

Debemos estar en coherencia entre lo que piensas, sientes, dices o haces.

Debemos diferenciar entre la “cara social” y la “cara oculta” de cada emoción, y por tanto, sentimiento. Entendiendo por sentimiento el resultado de procesar intelectualmente una emoción o asociarla a un pensamiento. Estamos acostumbrados a mostrar nuestra cara social ante los demás, y luego en la intimidad de nuestra casa liberamos nuestro verdadero sentir.

Hemos concedido una importancia excesiva a la apariencia social en nuestras vidas. El temor a ser juzgados, evaluados y por tanto socialmente discriminados, sumada a los intereses comerciales que impulsan la competitividad y la exclusividad, amenazan nuestro sentido primario de filiación o pertenencia a un clan.

Dejemos de medirnos, renunciemos a compararnos, pero sobre todo, desterremos el juicio hacia los demás.

Cuando un niño nace, sus expectativas son ilimitadas, el techo a las mismas le viene impuesto por factores externos a él como los castigos, el miedo infundado, creencias limitantes… En definitiva, dependiendo de su contexto sociocultural, creencias de los padres, familia, tiene unas condiciones u otras.

Se hace necesario, por tanto, que seamos parte activa en la educación de los niños (junto a sus padres), y no nos conformemos con un resultado mediocre, sino extraordinario.

Recuerda: piensa, siente y actúa en coherencia. Sin juicios.

Una semilla contiene el potencial del árbol que está destinado a ser. Este destino está en manos de aquel que la plante y contemple las condiciones adecuadas para su germinación. Como educador toma esta analogía, y ayuda a desarrollar todo el potencial de nuestros niños. Ellos son los hombres y mujeres del mañana.

¿Puede haber mejor legado al mundo?



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